viernes, 23 de septiembre de 2016

ESCATOLOGÍA DE RENOMBRE


Escatología de renombre
Estimada vuestra merced,
Sería de colosal agrado para mi diplomática persona, invitarle, si no es para vos un grave infortunio, un importunio, un atropello para su preciado y limitado tiempo de burocrático, un incordio, molestia, contratiempo o apuro, a compartir con mi presencia, persona y espacio, el exquisito placer de observarnos, sin más, el vello creciente y frondoso que habita en nuestro respetado y estimable recto. Espero ávido y deseoso su correspondencia.
Atentamente:
Rodolfo de la Cerda.


¡Ilustrísimo caballero! No quepo en el júbilo y regocijo tras recibir éstas sus buenas nuevas. Nada me apremiaría más en estas tórridas horas insertadas en la canícula insoportable que sufrimos, que compartir con vos mi vello rectal, pero permítame ofrecerle, si no es mucha molestia una notable mejoría a nuestro magnánimo proyecto. Propongo que depongamos en una escudilla para, posteriormente, degustar los restos y de este modo mantener un árduo debate sobre la mejor textura de ambas heces ¿Qué le parece?
Atentamente:
Don Juan de los Arces
 
Estimada Vuestra Merced... Sólo vos sabéis complacerme con tales empresas ajustadas a mis gustos sibaritas. Propongo el encuentro a las seis post meridianas en mi titánica residencia.
 
Atentamente:
Rodolfo de la Cerda

Suicidio epistolar de Rodolfo Junior de la Cerda
Estimado padre,
Hoy voy a matarme a cigarros. He decidido, férreamente, suicidarme comiéndome mil tarros de mantequilla mientras escucho al rey del pollo frito.

Ya no hay vuelta atrás. Pienso fumar mientras rebosa la manteca por mi boca. Me he grapado los ojos para no dejar de ver teletienda sin parar. Versión extendida del anuncio, claro está, y en HD, no puede faltar. Voy a bajar todas las persianas para disfrutar el momento.

También tengo otra opción. Puedo suicidarme saltando al vacío sin protección y al tiempo que caigo clavarme estacas en los ojos mientras me apaleo un riñón. Pero, sinceramente, prefiero la anterior.

Buenas noches y adiós.
 
Don Juan de los Arces a De la cerda
 
Ilustrísimo caballero, no quepo en el pesar, la aflicción, desdicha, desasosiego y desazón desde la llegada a mís oídos de la terrible, atroz, infame, infausta, funesta, aciaga y espeluznante notícia de la muerte por suicidio de su primogénito a base de : Nicotina, monóxido de carbono , benceno y manteca de cerdo.

   Quería pues, hacerle una ofrenda, si no le ofende a su señoría, en estos momentos de tanta condolencia y violencia lúgubre interna. Pues, tenía yo guardados unos tarros de cristal afgano para su ofrena, gentil caballero. Verá, estos días me he dedicado a peerme con lo más selecto que llevo dentro, y como no osaré que me pongáis en duda, le diré, que los guardé uno a uno en el primer bote de mi, espero, gran ofrenda para su fulgente persona.

   Por otra parte, y no de menos envergadura, magnitud y categoría, el segundo bote : Otros días, pensando en su hipnotizante, cautivador, seductor y dominante vello rectal, de semejante magnetismo, decidí interferir mi índice y corazón entre los dedos del pié que introduje, a sabiendas y con sumo respeto, en vos como barrotes la otra noche. 
Evidentemente, todo aquello que saqué lo inserté con delicadeza en este segundo bote. Para vos, mi señor. Por último, y anhelo el más cautivador para sus sentidos cognitivos, recorté mis uñas con los restos de las heces que degustamos el otro día. Y por supuesto, las guardé en este último tarro. Para vos, mi patrono.

Espero desasosegado, pardiez, haber acertado para así arrancarle de este ponzoñoso y lóbrego averno de sentimientos contrariados. !Oh vive dios! ¡Acuda raudo a mis aposentos!


Beso y honoro sus aterciopeladas manos y le regalo el ósculo más profundo de los sentimientos que vos despertáisen mí.


Atentamente:

Don Juan de los Arces

























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