jueves, 30 de marzo de 2017

UNA SEÑORA (TIRANDO A JUBILADA) DE BARRIO QUE DESPUÉS DEL MERCADILLO SE PLANTEA EL TEMPUS FUGIT TUMBADA EN SU SOFÁ
Bueno pues ya está,
ya estoy cerca de mi fecha de caducidad,
por lo menos vaginal.
Mi piel ya es como las sábanas de un adolescente
mi cuerpo ya pide tierra,
sepultura,
colonias fuertes,
peinados calculados
y laca formato familiar.
Ya pide muerte.
A lo mejor esto último ha sido muy exagerado,
pero ya no me siento la misma,
con lo que me gustan a mí
los chicos jóvenes y lozanos
a los que poder venderles
mi vida pasada como un triunfo
y no lo de ahora,
que voy buscando cualquier entretenimiento
aunque sea dar vueltas por el mercadillo de los miércoles;
Supongo, que ahora soy,
una vieja verde.

Mis labios
ya huelen a dientes
y mi culo,
que era mi punto fuerte,
ahora es una carpeta arrugada
que huele a plantaven
y a supositorio
los días más continentes.
Mi silueta ya no responde a dietas
ni a ejercicios
y hace años que ya no me veo las rodillas
porque me las tapan
estas tetas
que han caido en batalla
con la fuerza titánica
y la acción corrosiva
del tiempo en vida.

¿Qué jovenzuelo va a querer estrecharme
entre sus brazos
y hacerme suya
entre empujones
y jadeos
en su piso de estudiante?
Ahora sólo me quedan los viejos,
y a mí, es que no me apetecen.

La comida
ahora es candidata
a quedarse en mis arterias
y hacer con ellas
su ciudad sitiada,
formar ejército,
gobierno
y emperador supremo.
Salir hasta las tantas
es peor que la caminata descalza
de Semana Santa
y ahora, para masturbarme,
tengo que quitar
cuatro o cinco pliegues
que todavía no sé de dónde coño salen,
porque del mío
sólo salían flores de rosas blancas

Pero bueno,
voy a dejarme esta pausa filosófica
¡que como me viera mi Antonio!
que en paz descanse,
aunque más descansé yo
en el sentido más literal del verso...
Bueno, que me caliento.

Así pues, buenas noches mente,
mañana, después de los parches
de limpieza y prensa rosa
ya nos veremos tranquilamente.
Dios me salve María y
José.
¡Y el niño!
que se me olvidaba el niño,
buenas noches
y amén.
O amen,
lo que quieran ustedes.

EL DIABLO HA MUERTO


Los sellados labios del Diablo,
bajan cada vez más rápido
bajo tierra,
mientras le comen los gusanos.


Los sellados labios del Diablo,
se llevaron bajo la lengua
testimonios intoxicados
de las luces y sombras,
del tercer acto.



Los sellados labios del Diablo
sangran por las comisuras,
dibujando una cara triste
porque perdió muy pronto,
a su muñeca de trapo.



Pobre Diablo,
condenado a ser malo
porque a un par se les ocurriera
y dieran su maldad por sentado.

Pobre Diablo,
tan padre nuestro
como el otro de arriba,
que se quedó con la casa, el coche, los niños
y la villa.



Y el pobre diablito,
que era el que quería tener hijos,
sólo puede quedarse con hijos podridos,
que mamá no ha querido.



Pobre Diablo,
pobrecito mío.
Cayó desde su propio precipicio
y se hizo añicos.



Los sellados labios del Diablo,
si pudieran hablar,
hablarían de Yahveh
y de su rasgo de manipulador,
posesivo
envidioso,
y mentiroso compulsivo. 



-Que no os engañen-
dijeron los labios del Diablo
antes de unirlos con cemento mojado.
-Que no os engañen
sobre lo que es bueno.
Que al fin y al cabo vosotros,
hijos míos,
estáis hechos de cielo y de infierno,
y rezaré para que algún día,
lo asumáis
Y no penséis que sois tan depravados.

CHARLES Y MARY-JANE

CHARLES KELLER RECUERDA POR QUÉ SU MATRIMONIO CON MARY-JANE CALLAGHAN NO SALIÓ BIEN SIN ECHARLE LA CULPA A LA NUEVA SOCIEDAD DE CALENTAR Y LISTO Y DIVORCIOS EXPRESS.
Ahora me acuerdo
de por qué me casé contigo.
De repente todo daba igual,
todas las horas podían ser domingo.
Coger tu mano era casi volar
y salir,
era salir a explorar el infinito.
Oh sí, lo recuerdo muy bien,
todo el día sonriendo
y paseando por la vida
como si fuera algo ajeno.
Contigo el sol,
tenía otro color,
podía comer música,
beber lluvia
estornudar musas
chapotear entre escusas
copular con la brisa
vivir acolchadita en tu sombra
blandir las manecitas del reloj
y cagar literatura.

Pero también recuerdo,
por qué nos divorciamos con derecho a roce
entre lágrimas y retoces.
Me convertiste el lado siniestro
en un psicópata suicida
que se quería tan poco,
que durante muchos años
te entregó su vida.

POEMA TÍTULO

ESTE ES EL TÍTULO DEL POEMA QUE VIENE,
PARA JUSTIFICAR MIS TÍTULOS LARGOS
EXPLICANDO LA IMPORTANCIA
DEL NOMBRE DE CADA COSA
QUE RESUME SU MUNDO EN UNA PALABRA
PARA QUE TODOS LA RECONOZCAN.
EL TÍTULO,
COMO COSTUMBRE DE NUESTROS SIGLOS ÁUREOS
DE LA ESPAÑA BIPOLAR,
ES PRIMORDIAL,
HACERSE ENTENDER,
Y EXPONER
LA INTENCIÓN DEL SIGUIENTE ARTIFICIO
CONSTRUIDO CON VOCABLOS
DE LOS DOS CABALLOS
QUE TIRAN DE NUESTRO CARRO VITAL
Y NOS ARTICULAN,
COMO SERES VIVOS.
Y este es el poema de mierda,
que he escrito.

viernes, 24 de marzo de 2017

ZANCADILLA


ZANCADILLA (28-09-2012)

Este otoño os presento en un soneto,

el noble arte de hacer la zancadilla,

obstáculo en el pie o en la canilla

a todo aquel que se precie cateto.


Con ansia, alevosía y coqueto

espera el cartabón a una milla

la víctima para su sonrisilla,

sea quien sea, todos tienen boleto.


Un susto sin ser visto para aquel

que abra el buzón para merecer caer.

¡Andad! ¡andad! sin mirar el suelo y sin broquel


¡Andad! dejadme ver cómo cae el tropel

con este ilustre arte, fruto del ayer.

¡Andad! ¡Hablad!, dejadme probar la miel.

martes, 7 de marzo de 2017

AMOR A DESTIEMPO

ANASTASIA (LA QUE NO HACE GIMNASIA) PÉREZ BENEYTO SE ENCUENTRA AL AMOR DE SU VIDA PERO LE TIENE QUE DECIR QUE NO PORQUE NO ESTÁ EN SU MEJOR MOMENTO PARA ENTABLAR OTRA RELACIÓN LARGA. ASÍ QUE SE PONE LA CANCIÓN “Thirteen Thirtyfive” DE DILLON Y SE LO DICE POR ESCRITO.


Espérame itinerante.

Y si luego no te tengo,

seré la primera en morir

y hacerme vieja

pensando en que dejé que el azahar

se escapara de mis manos yermas,

asustadas por quererte

tan sumamente cerca.

Es decir,

que te dejé ir,

con un terrible conocimiento de causa

y con el corazón impaciente,

por calzoncillos y bragas,

estrellas desorbitadas

y todas las lunas que podía conquistar

noche tras noche

con mi Visa de chatarra,

el Tinder,

mis ojos negros,

adopta un tío,

meetec

y Telma y Lois

hasta el culo de speed

y con su propia casa encantada.



Culparé al tiempo,

por haberte puesto

bajo arresto en otro universo

y que te dejara libre,

en mi peor momento.



Culpo al tiempo,

porque desde que conecté con tu cerebro,

sabía que quería repoblar el mundo entero

contigo

y bien agarradita a tu pelo.

Supe,

en pretérito perfecto,

con la acción terminada,

que quería retomar el mundo

por tierrra y cielo,

montarlo y desmontarlo,

darle la vuelta,

 coger un globo supersónico

y subir allí arriba;

para sentarnos a mirar a la cara a Orión

y pasar por delante de Venus,

para darle las gracias,

por habernos concebido.



Espérame itinerante,

por tu bien te lo digo,

pero espérame,

por Dios bendito.

Que lo mío es un ratito,

y tus ojos galaxia verde miel,

son y serán

siempre,

mis favoritos.



Adiós, adiós

mi jóven principito.

Rezaré a quien sea

para que te guarde bien,

para mi ladito eterno.

miércoles, 1 de marzo de 2017

MANIFIOSTEN DE KARTOFEN DEL SIGLO XXI



Manifiesto a la libertad presunta de inventar en este siglo. Manifiesto a la carne prieta y de pretura. A que sean, mujer, tus tetas lienzo y no objeto, para pintarlas con pincel suave sin sentirte violenta.

Manifiesto al arte y al amarte libre y breve, producto de los días de calentar y listo. Manifiesto de este siglo, de este sexo y de todas las sensaciones tan profundas y etéreas.

Tan intensas y breves.

Tan latentes y quietas,

tan decadentes

tan aparentes.

Sentirte integrado.

La era de tus letras, mujer, libres y risueñas. Qué más dará papel que madera, que mármol que en la lista de la compra de la nevera ¡Escribid preciosas mías! Este es nuestro siglo, es el siglo de las fieras.

Manifiesto a la lascivia gratuita y continua enrevesada en tu pantalla plana. Es sano, no te preocupes, lo anuncian en televisión.

Manifiesto de las acciones espontáneas, producidas por las drogas sanitarias. No te inquietes, lleva prospecto e instrucción.

Manifiesto al mundo corrupto, producto de la mejor idea del mundo.

Manifiesto a lo que sea que quiera que tenga que pasar en algún momento. Qué más te dará, todavía como, todavía puedo respirar, pero incomprensiblemente, tengo que gritar. No puedo hacer otra cosa que hablar, charlar contigo. Charlemos sin parar.

La era que se era de macarras que menstrúan y saben latín con gafas cuadradas y serrín.

El siglo de aquí lo quiero aquí lo tengo a un clic, en un plis, en un tris.

Manifiesto de un mundo imperfecto que ya se ríe sin pensar. Lo absurdo por lo absurdo, qué vamos a hacer, no vamos a llorar. No vaya a ser que tenga letra pequeña, no vaya a ser que tengamos que pagar.

Manifiesto absurdo de una mente absurda perdida en mil estímulos que no dejan mirar fijamente las estrellas y dibujar su geometría sin mirar, que no se puede concentrar. La era de uno mismo perdido, creciendo y sin avanzar. Del ojo sediento de sangre a borbotones, de colores, que levite, haga espirales y chorree incesante por los poros de alguna piel. Del ojo colmado de información que ya no sabe qué ver. Manifiesto de los enfados colectivos, consabidos, efusivos, pasajeros y casi divertidos.

Vida ¡Oh vida! Dame serotonina y buena dopamina.

Bienvenida la era de la prisa, de prisa. Del poco tiempo para todo y demasiado tiempo para pensar en lo que ya no sabes si el futuro te podrá deparar. El siglo de emigrar y pensar, pensar, pensar en no pensar y aprender demasiado en cualquier otro sitio o en una zona residencial.

LADY PATRICE Y EL PRÍNCIPE MORADO




   Érase una vez una reina en lo más alto de su más alta torre sentada en el tejado, observando

y acariciando a su preciado gato.

    Su nombre era Lady Patrice, pero a ella le gustaba que le llamaran Pato. Lady Patrice era la mejor reina de su reino, pero últimamente, estuvo más distante con todo ello.

    Un día pensaba en lo alto de la torre, mientras ondeaba su larga melena, << ¿Pero quién es toda esa gente que hay ahí abajo?>> Por no volver a pensar en su príncipe morado.

    Aquella tarde concretamente, la reina del reino más amplio tenía un banquete de etiqueta. Se vistió con sus mejores galas y recibió a Lady Eva.

    Tuvieron una larga charla de reina a princesa y de princesa a reina y subieron al tejado de la torre a mirar las estrellas. Les entró mucha hambre y bajaron a cenar. Se pusieron hasta arriba de ricos manjares. Sus barrigas iban a reventar, pero les encantaba demasiado la comida. Lo triste era que sabían que muchas veces, sólo podían confiar en ella. El placer más inmediato y seguro en sus impacientes vidas.

    Se dieron un gran abrazo efusivo y Lady Eva se fue en su carroza hacia su castillo en Arizona.

    Volvió la reina a su torre y como cada noche cerró las puertas y despidió con cariño a sus criados para estar sola. Se subió al tejado y encendió su tocadiscos con las canciones adecuadas para admirar y descomponer su reino más amplio. La noche estaba nublada y se empezaron a oír los relámpagos. <<Esta es otra noche, para pensar en mi príncipe morado>> se dijo. Releyó sus cartas de amor y secó sus lágrimas con las puñetas de su vestido largo. Cogió una pluma y un papel y le escribió que todavía estaban enamorados.

    Mandó a su paloma blanca a entregar su recado, pero pasaron los meses y jamás volvió el cuervo mensajero de su príncipe con una respuesta a su tejado.

    Alguna de esas noches lloró tanto, que los de bajo creyeron que llovía y se quedaron en casa resguardados. ¿Qué iba a pasar con su reino si su rey no aceptaba su reinado? ¿Qué iba a gobernar ella sin su rey a su lado?

   Un día, cuando menos se lo esperaba, apareció un hombre con sombrero gris y sin rostro portando dos cubos de agua con hielo en las manos. Amenazó a la reina con echárselos si no dejaba de amar a aquél ermitaño, que su reino la necesitaba, que debía dejarlo.

   Ella, que ya estaba curada de espanto le dijo <<Échame esos cubos por encima hasta que quede empapada y tiritando, porque aunque lo disimule o muera de una neumonía por intentarlo, yo le seguiré amando >>

   Desde la otra maldita punta del reino de los reinos, se encontraba el príncipe morado estrujando con sus manos a su cuervo con una contestación en su pico.

  <<Amo con locura y alevosía a Lady Patrice y por todos los dioses del Olimpo, necesito estar a su lado, pero no puedo dejarte volar hasta su torre con mi amor declarado, cuervo mensajero mío, porque es que todo esto, me parece demasiado complicado>>

    Y volvió así el príncipe morado a entrar en su oscura habitación llena de lagartos y a dejar lo obvio a un lado.

   Lady Patrice lloró y lloró hasta que se ahogaron su corazón, su razón y sus ojos destrozados. Después de permanecer mucho tiempo cogida a sus rodillas en lo alto de la torre mirando la luna, Lady Patrice bajó, se puso unas gafas de sol y se puso a buscar esposo por el bien de su pueblo. Todos los mozuelos del reino hicieron cola como locos hasta su trono para presentar sus buenos modos. Lady Patrice apoyaba su barbilla en los nudillos y dejaba caer su cuerpo en su trono de oro. A muchos ni les miraba, le parecían todos sosos. Sólo hay un príncipe que tiene que ser rey, y ese, tenía que ser el príncipe morado. Los pretendientes le recitaban poemas, le ofrecían sus tierras, hacían bailes sensuales, creaban misterios y discursos sobre el amor espantosos. Se cansó, cerró las puertas y retiró las hojas de solicitud de mozos.

    El pueblo empezó a darse cuenta de que su reina poco a poco se iba desmoronando. No comía, no bebía, no atendía a nadie para ayudarlo ni bajaba de su torre ni cuando venían los tornados.

    Una de las noches, la puerta de la torre se abrió. Era su querida institutriz que tanto le daba y le había dado. Le tocó el hombro por detrás y le dijo —Pero ¿Qué te pasa, Pato?— Lady Patrice se abalanzó en sus brazos. — Yo le amo tía, yo le amo por encima de todos— — Pero Pato… con lo buena que eres con tu reino y con los reinos de todos los otros ¿Por qué no buscas un amor tierno y candoroso, y no éste tormento eterno y vicioso. No le necesitas para reinar todo esto. — —Porque no creo en este mundo a nadie más que a su nariz y a sus ojos. —

    Lady Patrice salió al bosque un día muy lluvioso. Las gotas de lluvia caían aglomeradas al unísono con toda la ira del Todo Poderoso, estaba empapada, pero no le importaba en absoluto, le recordaba a tiempos mejores, a tiempos con su buen esposo. Patrice bajó por el camino que llevaba al río para encontrarse con la bruja del reino en su choza hecha de piedra y escombros. La bruja la esperaba con la puerta abierta mirándola llegar desde el porche. — ¿Que me querías, preciosa niña?— —Necesito que me digas la verdad, porque este silencio a miles de distancias me va a descomponer la cabeza y hacer que me rinda ante todo. — En la mesa había un tapete, y sobre él, agitó unas piedras preciosas en sus manos y los dejó caer en la mesa. A la bruja le desaparecieron los ojos. Volvió en sí y le dijo con voz de caramelo —Niña mía… Tú y él ya estáis y estaréis juntos por siempre, pero no sabría decirte quién de los dos es más tonto. Pero esta vez es él, el que tendría que reaccionar pronto. Te perderá como ha perdido a su reino por negarse a atenderlo. Las piedras de Yah me dicen que viene un caballero con un caballo blanco por el camino que lleva a tu castillo. No para de galopar muy decidido. Te dará lo justo de cada parte, para amarte desorbitadamente y hacerte enloquecer hacia lo brillante. Te esperan grandes planes. Volverás de nuevo a cuidar y querer a tu pueblo y recuperarás como se merece tu trono hasta lo más alto. Mientras, niña mía, quítate todas esas culpas, flagelaciones y destrozos de encima y mírate en este espejo mágico para poder verte como realmente eres, la mejor reina que tiene y tendrá, todo tu reino preciado. —

    Pasado un tiempo apareció un caballero subido a un caballo blanco declamando su amor a Lady Patrice en la puerta de su casa. Escuchó hablar a una paisana en una taberna con tanto fulgor y pasión sobre ella que rápido el caballero se enamoró y fue a tomarla en sagrado matrimonio. Al principio quedó bloqueada por semejante aparición del apuesto Don, pero a los minutos se acercó a él y le dedicó una mirada. Lo cogió de la mano sonriendo y se fueron a su castillo a ser felices y a comer higaditos y berberechitos ricos.

    Cuenta la leyenda que el reino de Lady Patrice creció y creció hasta conquistar el resto de reinos. Mientras, el príncipe morado siguió escondido en la alcoba de su castillo en lo alto de la más alta montaña fría alejada de su reino pensando en Lady Patrice en silencio.