viernes, 23 de septiembre de 2016

POEMAS DE UN VAGO



I


Mañana, en cuanto me levante, lo escribo.


II

Mañana en un momento

todavía es pronto

todavía tengo tiempo.

Luego lo hago

mañana lo hago

me cago

qué pateo

el lunes empiezo.

No quiero hacerlo

no me apetece

menuda pereza

cinco minutos más y

me fumo un piti y

me pongo a hacerlo.

¿Habrá resumen del libro?

Mañana lo leo.

Mañana me apunto

mañana madrugo

mañana me pongo

mañana me paso

mañana voy al gimnasio.

¿Alguien no querría cobrar por hacermelo?

Venid a mi casa

el sábado limpio

el año que viene

después, después

ahora no puedo

imposible

no quiero

me rajo.


III

Me cago en la puta.

No tengo tiempo

ahora mira todo esto

pero por qué no lo has hecho

pero qué has estado haciendo

Eres una vaga.


Venga corre

sí me da tiempo

puede que si no duermo

pueda hacerlo

no puedo.

Pero qué has hecho.

Todo por una partida más

una hora más,

un cigarro más,

un capítulo más,

un día más,

una semana más

y una rascada de pierna a destiempo.


La próxima vez seguro que no me pasa esto
.

LA HISTORIA DE AMOR DE ADOLF


      No sé si será Octubre o todo lo que le rodea, o sea el cinco. Como siempre no sé, no sé, no sé qué más puedo pervertir con los pensamientos enfermos, que creo enfermizos para mi otra mitad. Para volver a empezar, hoy me pegaría con alguien tan fuerte que no le dejaría respirar. Sólo por mí, sólo por pegar. Gratis, sin ningún motivo más que querer destrozar algo que respire y piense dentro del antropo centro del uni verso de la mitad más codiciosa de mi propio pensar miento. Antes era miedo, luego me empecé a asustar. Ahora soy miedo a medio camino que queda por escalar.
De pronto, un ruido extraño acechaba mi ventana y me abstraía de mis pensamientos conmigo mismo. << ¿Qué será?>>  me pregunté con la manta envuelta en mi cuerpo y sujeta en el pecho. Calcé mis zapatillas de estar por casa de conejito y anduve cauteloso hasta la ventana. Dios mío, eran una capa roja y unas mallas azules que envolvían unas piernas preciosas. Me acerqué más decidido, me quité la manta, me peiné el bigote, destartalé un poco mi pelo y abrí la ventana. << ¡Ay mi madre, si es Superman!>> pensé con los ojos desorbitados. —Pe... Pero oiga ¿Es usted Superman?— <<Ay madre que está llorando, pobrecito mío. >> pensé compasivo —¿Qué te pasa?— me miró con los ojos ensartados, apretó los labios y me dijo, —No me pasa nada— obviamente, no le creí — Ah… De acuerdo. Pues ¿Qué haces aquí tan triste en mi ventana?— — Nada— acabó ese nada tan rápido como le obligó el nudo que retenía con fuerza en la garganta. —Entiendo— le dije. Se hizo un silencio mientras mirábamos al frente —Oye… hace un poco de frío aquí fuera ¿Quieres pasar? Tengo té rojo recién hecho— mentiiira, pero quería que esos músculos y ojos caídos quisieran entrar. — De acuerdo. — Y entró volando por la ventana.
Mantuvimos una conversación  de horas. El pobre al principio estaba más callado, así que no paré de hablar y hablar contándole mis penurias y pecados. En algún momento de mi discurso sobre mi monotonía letal, me cortó en seco y dijo, — Es que ese es el centro de todo. Te levantas por la mañana, te vistes, te  pones el traje de malla, los calzones y la capa y encima el traje normal, vas al trabajo con tu pinta de pardillo y luego sales a salvar vidas a pecho descubierto. Pero cada vez que vuelvo a trabajar, vuelvo a ver que la gente está amargada igual. Que da igual lo que haga, que mate villanos o trillanos, da igual. Todos seguirán sin conformarse y sufrirán igual. Da igual el villano que aniquile o el ladrón que atrape. La gente sufrirá igual. Y me da rabia e impotencia ¿Sabes? Joder… mucho mejor, la verdad.— Algo me impulsó a acercarme a él en el sofá y coger su mano. Me miró fijamente y nos besamos con pasión. De pronto paró en seco, me apartó, me miró a los ojos y se fue a su súper velocidad.
Pasaron los días  y seguía sin noticias de Superman. Volví a recorrer todas las avenidas que me oprimían para matar el tiempo, pero ninguna noche aparecía. Decidí escribirle una carta y dejarla en la ventana por si algún día que pasara la viera y se la quisiera llevar.

Sí, ya sé, ya sé muchas cosas que no querría saber. Pero es ese remolino aislado de tu pelo engominado, el que no me deja dormir. Tú me has despertado de este insomnio que ya es parte de mí. Cansado de las mismas avenidas, cansado de mí. Ojalá pudiera también sobrevolar la ciudad, ojalá pudiera morir sólo con la kriptonita.
Comprendo tu oficio. Comprendo el suplicio que debe ocasionar deber de ser perfecto, justo y modesto. Hay mucho mal que combatir, pero ¿Tú qué? ¿Qué hay de ti? Sé y comprendo que soy mortal, vulnerable, comprendo que no me quieras escuchar. Sé que no puedo volar, pero vuelve a mi ventana, vuelve a ser normal entre mis trazos de corazón sin solución y déjame escucharte.
Sé que eliminas el mal, superhombre altruista por poder volar. Pero sabes que la gente sufre igual. Dentro, en sus corazones, que no sólo son malos y villanos. Sufren y tú no puedes hacer más.
Si entre tanta lucha contra el delito quisieras verme otra vez, aquí pongo mi ventana a ciegas. 
No te martirices, ¡puedes volar! No te apagues, eres Superman.
Con cariño,
    Adolf.
 
Até la carta a un cordelito y el cordelito lo até a la ventana. La plastifiqué y la metí en otra bolsa plastificada para defenderla de la nieve y la lluvia. Miré la carta a través de la ventana durante varios minutos mientras me mordía la uña del dedo anular.

    De los días pasamos a los meses y la carta y el cordelito no dejaban de ondear así como mis pensamientos destructivos no paraban de aflorar. Y la pena se comió mi apetito. Fue la pena y es la pena que me amarra a este punto concreto de no retorno ni entorno. No me deja en paz. He escuchado mil doscientas veces la misma canción entre hoy y ayer. Y me da igual. Y me da igual vivir y hoy me da igual morir. Hasta que llegue mañana, y mañana, ya no tendré nada que hacer. Pero, ahora que sí que existe la voz diestra encarnada en tus labios cereza, ahora sí que me voy a levantar de este sofá. Voy a coger pintalabios de mujer y voy a masajear mis labios tersos en posición de felación. Peinaré mi bigote vellido, recto negro y definido para mi gran noche. Me alargaré las pestañas dejando un par o tres de grumitos. Hoy voy a ser la más bella e invisible de toda la fiesta. Esta noche se me olvidará el paquete en casa para dejarme acariciar. Sólo quiero beber licor en copa de Martini tan ancha que casi sea un plato llano y mirar de piernas cruzadas a todos los sujetos de los que me creo que me tengo que alejar, por su seguridad. Únicamente quiero observarlos y beber hasta vomitar.
 
Más tarde, volveré a casa y borraré mi fémina en la almohada. Algo más tarde, ya estaré dormido y me comerá la pena otra vez, esperando todavía a Superman, esperando ver todavía las avenidas arder, esperando tu voz diestra que me grite sin contemplaciones que Adolf, es quién merece ser.

Llegué a casa cansado. Me bajé de los zapatos, lancé el bolso en el sofá, masajeé mis cervicales y por inercia miré la ventana << No está>>. Fui corriendo a abrir la ventana y bajo un trozo de kriptonita, había una carta de Superman.

Ya sé que sabes muchas cosas que no deberías saber. Me tengo que alejar de ti. La otra noche expulsé en voz alta un porcentaje muy bajo de lo que se me pasa por la cabeza y me sentí extraño. Me sentí aliviado, pero me dio más en lo que pensar. Te escribo para explicarte que aquél beso me hizo vibrar, pero sé que contigo todo lo voy a verbalizar. Pero es que no puedo, soy un superhéroe y tengo muchas vidas que salvar y si caigo en tus brazos… sé que no voy a parar de sacarme de dentro y me volveré vulnerable cada vez más rápido y sin parar. Y me duele, me duele tanto que he sido capaz de traerte de pisapapeles un trozo de kriptonita sin si quiera agonizar. No puedo permitírmelo, no puedo desgajarme y plantearme si los malos son del todo malos y si realmente es a los buenos a los que hay que salvar. No puedo. Lo siento. Tengo que conservar esta fachada dura para delimitar el bien del mal.
  Siempre tuyo,
    Superman.

Abracé la carta con los ojos empañados  y la guardé con cuidado en la mesita de noche. Me tumbé en el sofá donde estuvimos hablando y pensando en todos mis males, pensé, <<deja de auto fustigarte tanto, has besado a Superman>. Y se me acabó dibujando una sonrisilla de medio lado. 

MANIFIOSTEN DE KARTOFEN DEL SIGLO XXI


     Manifiesto a la libertad presunta de inventar en este siglo. Manifiesto a la carne prieta y de pretura. A que sean, mujer, tus tetas lienzo y no objeto, para pintarlas con pincel suave sin sentirte violenta.
 
Manifiesto al arte y al amarte libre y breve, producto de los días de calentar y listo. Manifiesto de este siglo, de este sexo y de todas las sensaciones tan profundas y etéreas.
Tan intensas y breves.
Tan latentes y quietas,
tan decadentes
tan aparentes.
Sentirte integrado.
La era de tus letras, mujer, libres y risueñas. Qué más dará papel que madera, que mármol que en la lista de la compra de la nevera ¡Escribid preciosas mías! Este es nuestro siglo, es el siglo de las fieras.
Manifiesto a la lascivia gratuita y continua enrevesada en tu pantalla plana. Es sano, no te preocupes, lo anuncian en televisión.
Manifiesto de las acciones espontáneas, producidas por las drogas sanitarias. No te inquietes, lleva prospecto e instrucción.
Manifiesto al mundo corrupto, producto de la mejor idea del mundo.
Manifiesto a lo que sea que quiera que tenga que pasar en algún momento. Qué más te dará, todavía como, todavía puedo respirar, pero incomprensiblemente, tengo que gritar. No puedo hacer otra cosa que hablar, charlar contigo. Charlemos sin parar.
La era que se era de macarras que menstrúan y saben latín con gafas cuadradas y serrín.
El siglo de aquí lo quiero aquí lo tengo a un clic, en un plis, en un tris.
Manifiesto de un mundo imperfecto que ya se ríe sin pensar. Lo absurdo por lo absurdo, qué vamos a hacer, no vamos a llorar. No vaya a ser que tenga letra pequeña, no vaya a ser que tengamos que pagar.
Manifiesto absurdo de una mente absurda perdida en mil estímulos que no dejan mirar fijamente las estrellas y dibujar su geometría sin mirar, que no se puede concentrar. La era de uno mismo perdido, creciendo y sin avanzar. Del ojo sediento de sangre a borbotones, de colores, que levite, haga espirales y chorree incesante por los poros de alguna piel. Del ojo colmado de información que ya no sabe qué ver. Manifiesto de los enfados colectivos, consabidos, efusivos, pasajeros y casi divertidos.
Vida ¡Oh vida! Dame serotonina y buena dopamina.
Bienvenida la era de la prisa, de prisa. Del poco tiempo para todo y demasiado tiempo para pensar en lo que ya no sabes si el futuro te podrá deparar. El siglo de emigrar y pensar, pensar, pensar en no pensar y aprender demasiado en cualquier otro sitio o en una zona residencial.

SIN PÍTULO

Tu flor tupida negra;


mata,


mata,


mata.


El oscuro señor de la capa y el sombrero;


cabalga,


cabalga,


cabalga


y tras la espalda su fría mano;


mata,


mata,


mata,


me resbala y se desliza por Pandora en llamas;


Y mata


mata


mata.


El silencioso carrocero camino del alba;


no para,


no para,


no para.


Se aleja con la dama de la parca subida encima,


con las alas desplegadas.


¿Adónde vais? Pregunta una rana blanca.


A alejarme y a sellar su boca en su tumba invisible de plata.


Y aquello tan prematuro,


tan impotente


incompetente


tan importuno


inoportuno;


mata,


mata,


mata.

LA ERA NUEVA: "UNDERCRISTO" Y MARTE





LA ERA NUEVA:


LA VERDAD VERDADERA. VENIMOS DE MARTE Y DE LA DIVINA MANO DE "UNDERCRISTO". LA VERDAD QUE NO QUIEREN QUE SEPAMOS.

    Fue cuando el universo tuvo un retortijón enorme en pleno proceso de expansión, cuando de una explosión inmensa se cogió Undercristo, nuestro verdadero Señor, a un asteroide con destino la Tierra desde Marte, con amor.

    Y llegaron a la tierra y se hicieron los relámpagos y la niebla y la oscura noche. Y así cayó Undercristo justo al lado de un pequeño lago orientado hacia el norte.

    Absorto por la belleza cristalina de aquel agujero acuoso, doblegó con cuidado la palma derecha de su omnipotente mano y recogió así, una muestra de lo que la tierra le deparaba.

   Y vio Undercristo, que era bueno.

   El primer día en la Tierra, se paró Undercristo a pensar tendido sobre una piedra y pensó que podía dividir el tiempo en un día y dos noches. Y que de un día se multiplicara por ocho y ocho por cinco serían un mes y dieciocho un año completo.


    Y pensó Undercristo, que estaría bueno.

    Y así creó Undercristo un año entero con sus divisiones como no las conocemos. Así que, agotado de pensar tanto en el tiempo, se tumbó en la arena mojada a disfrutar de no hacer nada.

El segundo día, repeló Nuestro Señor con sus uñas divinas, el asteroide de Marte para crear colores. Y pintó así la hierba, las plantas y los árboles. Dejó que la cosa fluyera.

    Y vio Undercristo, que era bueno, y dejó que siguiera su curso.

   El tercer día, lo reservó para las llamas, elefantes y koalas. A mitad tarde, se decidió por fin a hacer al resto de animales. Luego, por diversión pura, creó un bigote en llamas para que correteara y así entretenerse de la tarde a la noche temprana.

   El cuarto día, fue cuando Nuestro Señor creador nos creó a su beneficiada imagen y ligera semejanza. Entre otras cosas, el olor corporal de Undercristo Nuestro Señor, olía a pies fétidos y podridos. Así que decidió, en su creación, corregir el error de fábrica y concentrarlo en el punto más inferior de nuestros cuerpos.

    Creó pues, también, a Conchita, creó a Jaime Ruiz Pérez, a Norberto Garrido y a Maribel. Y así vio que los apellidos lastrosos sólo los tuvieran los mozos.

    Y vio Undercristo, que era lo correcto.

   El quinto día, de buena mañana, Nuestro Señor se levantó a pasear para observar su creación ¡Cuando volviera a Marte no se lo iban a creer!

    Vio a las bellas llamas corretear, vio a las plantas reproducirse sin parar, y cuando quiso darse cuenta, vio a Conchita y compañía cantando y saltando con flores por el cuerpo.

    —¡Qué bonita, qué bonita es la vida! ¡Qué bonitos los ríos, los arcoíris y los árboles! Qué bonitas y especiales somos las personas ¿Verdad? De verdad... me emociona. Os quiero, es todo muy perfecto ¿Os ayudo chicos? ¡Todo es de todos, claro que puedes quedarte con mi trozo de carne! Gracias, gracias, por favor ¡Oh Dios mío! Perdóname mucho, mucho, no era mi intención hacerte daño chafándote el dedito pequeñito, ha sido sin querer. Te perdono, claro que te perdono, te perdono para siempre jamás porque somos grandes amigos.

    Undercristo Nuestro Señor, en un primer momento sonrió orgulloso de su creación. Pero a medida que los observaba y los escuchaba, le entraron unas terribles náuseas que tenía que solucionar.

    Marchó nuestro salvador hasta una poza de petróleo espeso para dividir nuestro cerebro en dos y proporcionarle más entretenimiento. Y así creó Undercristo el vicio, el desenfreno, el egoísmo y el lado siniestro.

    Y vio Undercristo, que era necesario.

    El sexto día, Undercristo se despertó con ganas de Juerga. Así pues, creó las plantas psicotrópicas, los sapos ácidos y la cerveza Coronita en la playa de arena. Y fue el sexto día en el que toda la tierra se entregó de lleno a la fiesta. Y declaró Undercristo el día seis de la semana como fiesta mundial obligatoria para aliviar las penas.

       Y finalizando Nuestro Señor nuestro génesis, el séptimo día, no podía mover ni el cuerpo ni l'ànima. Así que decidió que cada país tuviera su fiesta típica nacional con sus cantos, comidas, licores y trajes propios según la zona geográfica.

    Por último, el octavo día, Undercristo, cansado de tanto dar y sufrir y penar y disfrutar de nuestros pecados, fue a esconderse en una cueva para que nadie le fuera a molestar. Pero un grupo de siniestros seres humanos obsesionados por Undercristo, lo encontraron y lo despertaron gritando —¡Lo hemos encontrado, Aleluya!—

    Levantóse Undercristo furioso y alzó la ceja rápidamente para tensar la otra, cuando con su dedo poderoso, destruyó al ser humano en un microsegundo. Quería descansar de las fiestas. Mañana ya volvería a empezar la vida inteligente en la Tierra.