DE CUANDO UN TAL PAQUITO.F ESTÁ EN PLENA ADOLESCENCIA Y APRENDE EL CONCEPTO DEL TEMPUS FUGIT EN EL INSTI Y LE DA UNA PAJA MENTAL, TAL; QUE SE PLANTA FRENTE AL ESPEJO DESNUDO Y SE PONE INTENSITO MIENTRAS EMPIEZA A DIVAGAR.
Tiempo.
¡Oh tiempo!
El tiempo, más que el tic-tac,
es eso que se seca,
hereda el sedimento y borra todo lo demás.
Pone cada cosa en su causa
y por suerte o por desgracia,
no deja mucho por destripar,
(dependiendo, claro, del microscopio desde el que se quiera mirar)
y así poder ver de cerca,
el naranja herrumbre
el moho recubriéndolo todo
la pelusa, las pulgas y el polvo,
las arrugas,
las dudas,
las horas en la ducha borrando todo lo que no quieras recordar;
el poso de los ceniceros,
el amarillo nicotina techo
el tiempo sobre el gotelé yerto,
y ese hierro pútrido
que se deshace sin pestañear
y desintegra el parabán,
que separaba antes de todo,
el bien del mal.
Tiempo.
¡Oh tiempo!
¡Cruel!
Apisonadora intangible
que deja su tangibilidad a vista de los años,
relativa para los niños que para los enfermos
para el camarero, que para el médico,
para el trap, que para el bolero lento;
relativo para tu perro,
para un sueño,
¡para un madrileño!,
para la tierra, el ozono o el universo;
para una clase de matemáticas avanzadas,
para la vida de tus chanclas de playa
¡o para mi querida y grande España!
La madre del tal Paquito.F escuchó los alaridos desde el sofá,
y con las botas de cazar,
le dio con cada una en la cabeza desde la puerta
y le hizo parar
y díjole también:
¡Paquito, hostia!
¡Cállate ya!
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